martes, 26 de febrero de 2019

El ciego y la sorda

Ay, el amor.

Histriónico personaje que merodea por el aire, disfrazado de bondad mientras oculta toda su maldad bajo tamaña farsa.
Tal es la desdicha del que lo no lo conoce como del que lo tiene por exceso. 

Y a ese exceso de amor me remito, cuando rememoro la leyenda de los amantes que se entregaron tanto entre ellos que la mismísima luna, bajo los efectos de un celo desmesurado y colérico, maldijo a esos pobres diablos. 

Estando en el cielo nocturno, se esforzó en brillar tan fuerte mientras el la observaba abrazando a su amante que sus ojos se tornaron blancos como el marfil. Sus preciosos ojos, que se deleitaban con la tez de su tesoro no servían mas que para verter lagrimas amargas, sabiendo que poco a poco su memoria distorsionaría la imagen de su amada. Aciago destino del incrédulo, pues sin ojos jamas volvería a sentir certeza de su mundo.

Pero no fue suficiente. Tal castigo no fue suficiente para separar aun a los jóvenes amantes.
Rotos por dentro, su dolor era inmenso, fruto de las frustración de tantos intentos por que el volviera a ver ese rostro que daba fuerza a sus cimientos.
Roce a roce, beso a beso... los jóvenes cayeron siendo uno, fruto de la pasión desenfrenada. Y tal fue el deseo de aquellos dos que la luna, una vez más enfadada, bajó sin previo aviso para hacer otra trastada.

Esta vez no fue el quien sufría las consecuencias ni la desgracia de tal berrinche, sino que fueron de ella los oídos que dejaron de funcionar para siempre. Su voz, aterciopelada, llenaba hasta entonces cada hueco de esperanza. Maldita sea la desgracia, por envidia el prurito se convirtió en dolor, y todo lo tiñe de color rancio.

Tras tamaña sinrazón la luna, ocultó su cara a la tierra para no volver a verlos jamas. Por el dolor de quedarse tan sola, por la vergüenza de tanto dolor como causó. 

Fueron largos los días, pues el solo conseguía oír y ella solo lo podía ver. Pero lo que nunca pudo robarles la luna fue ese calor que, desde dentro, siempre les unió.
Y es que entre tanta desdicha se demostró que era lo que siempre ha valido dentro de ellos dos. 

Aun, algunas veces y algunos afortunados, aun los ven juntos enganchados de la mano.

Así es ese sentimiento. Tan fuerte que consiguió que la luna tuviese una cara oculta, una faz que jamas podremos verle.