Ay, mi querida, que tu piel llenita en llamas y cenizas me mancha las manos aun cuando no estas, que tu sombra es el vil recuerdo de que la vida castiga siempre mas de dos veces, y de tres.... y de cuatro, mancillando los pilares de mi cuarto y quebrando las patas de mi catre.
Ay, querida mía, que aun tus risas en mi calavera rebotan, que tus carcajadas mi corazón hastían rozando la locura, la pena... y no hay mayor desazón que sentir la envidia incluso del viento que te roza, pues ya decía Napoleón: "La envidia es inferioridad", pues derrotado uno esta ya, cautivo de mi propia estupidez y de una aguda, rápida e impactante incapacidad para olvidar ni superar tu maldito semblante... Oh, y es que te maldigo con el viento ártico que dejaste en mi, sin abrigo ni cobijo... Sin sentido, como la mera existencia que aguanto por tu retirada a hurtadillas por la ventana, colocando tras de ti un postigo de mentiras, abandono y, porque no decirlo, de fantasmas que tras un silencio ahogan las esperanzas, como de mi garganta se tratase.
Ay... mi pequeña amada, querubín de las tinieblas, musa enlatada, diva de mi memoria que no me deja dormir.
Ay, que va a ser mi.
Ay, querida...
-"Si tan solo fuéramos esclavos de nuestras deseos y emociones...".
A veces una suenas como oda, a veces arremetes cual ola... Pero ojala alguna vez en la alcoba.