miércoles, 29 de enero de 2014

Ira

Pesado, así se terciaba el día a medida que pasaban los segundos. Esperando para poder conocer la suerte del agraviador, esperando poder tener la valía suficiente para poder zanjar el asunto de una vez por todas.
Su corazón le latía con la misma fuerza con la que esperaba de la justicia del destino.
El tiempo pasaba, mas no había ninguna satisfacción que pudiera saciar su deseo desesperado. El daño estaba hecho, y esa llaga que había en su pecho no hacia mas que crecer y crecer, sin parar, sin control alguno.
Los días se tornaban largos y oscuros, con la sombra de un atardecer de primavera, y en su cabeza solo el eco de su propia mente resonaba. "Nada cambia, nada cambiará si no lo haces tu".
Tormento, cada día una pesadilla. Su alma emponzoñada comenzaba a supurar todo aquello que estaba concentrando dentro. "Vamos, tienes que hacerlo".
El cobarde destino no hacia nada, sus fichas quietas en el tablero, agotaban la paciencia hasta la extenuación y nada cobraba sentido.
La sangre, roja fuente de vida, parecía maquinar contra su dueño.  "¿Porque ellos siguen sin mas y tu debes sufrir este suplicio?".
Sin saber como empezó a caminar encontró las fuerzas para tener una razón, viendo el cielo sobre el, sintiendo la tierra sobre el. "Llego la hora".
No llovía en aquel entonces, pero sus mejillas se salpicaban por finas gotas que recorrían el sentido de la gravedad.
Caminaba titubeante. Con la mirada al frente y un afán de llenar el hueco vaciado se armó de justicia desvaída y sin perder la decisión avanzó a enfrentarse a su destino, buscando la paz interior.
Seguía sin llover, pero las manos ya estaban empapadas, llenas de la justicia ansiada. 

Cuando todo volvió a su sitio, su corazón se detuvo. Todo era rojo, la justicia carmesí había cegado su razón, y el vacío que la ira llenó ahora la culpa lo ocupa.

-"Recuerdos, eso es lo que nos queda tras el paso del tiempo. Recuerdos impregnados por la falta de justicia, por tener que hacerla. El dolor de un momento, que a veces no se olvida, que nos sumerge en nuestro propio temporal.".

El deseo de calmar la llama encendida nace de la necesidad de arreglarlo roto, de llenar un vació que se crea.
Arreglar un todo puede llevar a romper el todo.



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